jueves, 3 de septiembre de 2015

No creas que ...

"No creas que nos apetece a todas un puro y simple meneo, como les pasa siempre a los hombres; para nosotras suele ser un placer, rara vez una pasión. Sin embargo, entre que los hombres se pasan la vida jadeando detrás de nosotras como sabuesos en pos de una perra salida, y suplicándonos que depongamos nuestra virtud y nos demos un revolcón con ellos, pese a lo cual, si accedemos, nos desprecian por putas y por guarras; entre que nos conminan a ser fieles a nuestros maridos y, no obstante, no pierden ocasión de ponerles los cuernos a sus más íntimos amigos; entre que nos instan a preservar nuestra castidad y, sin embargo, la asaltan desde todos los ángulos, en todos los callejones, carruajes y salones; entre que se aburren enseguida de nosotras si no nos mostramos fogosas a la hora de holgar, y, sin embargo, nos sermonean por pecadoras si lo hacemos; entre que por un lado se inventan moralejas y por el otro son violadores y, en general, nos predican la virtud al tiempo que tratan de arrastrarnos al vicio..., entre tanto tira y afloja, digo, las mujeres estamos siempre hechas un lío, confundidas, baqueteadas y divididas entre lo que deberíamos hacer y lo que nos gustaría hacer, y es tan completa nuestra confusión que de un minuto para otro nunca sabemos qué pensar del asunto ni cuánta licencia podemos tomarnos; de modo que si un hombre empieza con el consabido pavoneo, las caricias y los pellizcos, puede que nos lo quitemos bruscamente de encima (si no nos tira al suelo y nos ataca usando de su fuerza física); y si nos deja totalmente en paz, nos sentimos tan felices y aliviadas que no nos atrevemos ni a movernos; pero si alguna vez se diera el caso de que se nos acercara un hombre con ánimo de honesta amistad y nos mirara como a seres humanos, iguales a él, y no como un culo y unas tetas, con ojos que no fueran de semental y, tras charlar cortésmente un rato, nos propusiera cordialmente holgar con él, como quien propone echar una partida de 'whist' (en lugar de invitarnos a jugar al 'whist' con tanta lascivia como si nos estuviera invitando a ir a la cama)..., si alguna vez se diera el caso, digo, de que un hombre aprendiera a hacer una solicitud semejante de semejante manera, el catre se le rompería bajo el peso de mujeres agradecidas y él encanecería antes de tiempo. Pero en realidad esos es algo que jamás sucederá, pues ello significaría recibir a un compañero y no tomar a un vasallo: el hombre no codicia el mero juego, sino la 'conquista', de lo contrario, los que se dedican a mariposear serían tan raros como la peste, en lugar de ser tan normales como la sífilis. Limítate a pedirlo, con cordialidad y cortesía, igual que le pedirías un pequeño favor a un buen amigo, y rara vez se te negara lo que pidas. Pero 'es preciso' que lo pidas, de lo contrario, sentiremos un alivio tan grande al ver que no se nos presiona para conseguirlo que las mujeres te pasaremos por alto".
John Barth 

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